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Breve Historia de Brunete

 

Los orígenes del pueblo, aun hoy, siguen siendo fruto de controversia y discusión. Muchos siglos han pasado y los legajos o testimonios que podrían alumbrarnos en este dilema se han perdido. Pero hay, eso sí, una historia oficial y será esta la que, por el momento y mientras no se demuestre lo contrario, contaremos.

El Nacimiento. Brunete aparece en las crónicas de la época como un modesto, aunque próspero, villorrio. Los vecinos, ya desde entonces veneran con gran devoción al Santo Cristo del Patrocinio, al que aún hoy pasean a mediados de septiembre.

Cuentan que en su fundación era puro abolengo castellano, aunque bien es cierto que en tiempos donde la Santa Inquisición practicaba con gran severidad la limpieza de sangre, todos los pueblos castellanos se enorgullecían por ser cristianos viejos, aunque tal extremo no estuviese del todo claro y hacían votos de no tener entre sus antepasados a hebreos o mahometanos.

Según ese relato, la villa, como muchas de las vecinas, sería fundada por nómadas segovianos, optando por un magnífico emplazamiento en una extensión conocida como las Brunetas. Allí comenzarán a prosperar, trabajando los productos de la cabaña merina española, en concreto ciertos paños oscuros denominados brunetas.

Los Sarracenos.Pero llegaron los musulmanes y en su rápido avance conquistaron la península hasta la cornisa Cantábrica. Los territorios que hoy forman parte del término municipal de Brunete no fueron la excepción, pasando a manos de un sarraceno llamado "El Morillo" y que tenía su residencia en el castillo de Villafranca. Toda la zona suroeste de Madrid se tutelaba entonces, sin demasiados problemas, por las leyes musulmanas.Había pocas tropas musulmanas garantizando ese dominio, y sus caudillos solían ser tolerantes con el resto de confesiones.

La Reconquista. Poco después el territorio fue reconquistado por las soldadescas cristianas. En 1452 se da lugar un hecho que pone bien de relieve el carácter de los antiguos brunetenses. Por entonces la comunidad, formada por 56 vecinos, andaba algo revuelta por un asunto de tierras. Un día, la campana de San Antón repica llamando a todos a concejo. En el atrio de la iglesia acordarán pedirle a Enrique IV, heredero de la corona, hermanastro de Isabel la Católica y entonces Príncipe de Asturias, la posesión de la Dehesa Boyal. Una zona de tierras fértiles e imprescindibles para acrecentar la agricultura del municipio y que aún hoy resulta un placer pasear.

A mediados y finales del siglo XV la zona quedó bajo el gobierno de las cortes de Castilla y Los Reyes Católicos, que cedieron el pueblo a los condes de Chinchón, Don Andrés Fernández de Córdoba y Doña Beatriz de Boadilla, como compensación a su apoyo en la reconquista de los últimos reinos infieles. Los condes se hacen con una gran marca, en lo que hoy es el sur de la Comunidad de Madrid, y con 1.500 vasallos. Aquella "donación" muy discutida por los vecinos que querían pertenecer a los ricos sexmos de Segovia, dará lugar a una pugna que durará más de 100 años y que finalmente favorecerá a los dos próceres de Chinchón.

Los condes serán dueños y señores del municipio hasta el siglo XVIII, cuando sus descendientes deciden transmitir sus derechos al Marqués de Francavilla. Si bien el pueblo conservará la picota de Chinchón hasta 1869. Los telares y tenerías que habían caracterizado hasta entonces al pueblo, desaparecerán, cediendo todo el protagonismo a la agricultura. Un paso que notarán, sobre todo, los bosques que rodeaban la villa, ya que muchos de ellos desaparecen.

La "Laguna". Resulta curioso saber que en su día, en el centro del pueblo, donde hoy encontramos el Parque Luis Martín y la piscina, había una laguna de cierta magnitud. Aunque parece probable que fuese una gran charca de unos 300 o 400 pasos, más que un idílico estanque de aguas claras. Las lluvias que caían sobre el pueblo y formaban torrente por sus calles iban a morir a este marjal, asentado sobre tierras poco permeables. Brunete siempre ha tenido un gran nivel freático, tanto que en zonas de la plaza y aledaños han tenido que hacerse drenajes para evitar la humedad. Ese acuífero sumergido lo encontramos a escasos 5 o 6 metros de profundidad, facilitando la construcción de pozos. Tal abundancia de agua se hacía visible en esta balsa vecinal. Las aguas estancadas servirán de refresco para los ganados y para algún que otro vecino acalorado. Desgraciadamente y en épocas de gran calor, la humedad traerá mosquitos y estos, ya se sabe, son buenos compañeros de las enfermedades. Por lo tanto se hacen frecuentes entre los naturales los tabardillos y los dolores de costado. Algunos vecinos aún hoy lo recuerdan, pero más tarde aquel rincón acogió una escombrera que afeaba el lugar y que afortunadamente hace tiempo que desapareció.

En tiempos, el abastecimiento de agua resultaba algo complicado, estando el mejor abastecimiento a casi un kilómetro de distancia, y haciendo frecuentes las "peregrinaciones" de vecinos en su busca. El camino del agua era el que hoy llamamos camino viejo a Boadilla, por el que, en pocos minutos, se llegaba al río Guadarrama y a sus entonces límpidas aguas.

El Siglo XIX. En aquel tiempo toda España sufre la revolución encabezada por los generales para derrocar a Isabel II. Son tiempos turbulentos en la capital de España que afectaran a Brunete, donde continúa el talado de los bosques y del poco arbolado superviviente. Hoy en día resulta difícil imaginarse que los campos de Brunete estuvieron en su día cubiertos por grandes bosques de encinas y algún que otro pinar.

La batalla de BruneteTras capturar las provincias vascas el ejército nacional tomaba un respiro antes de entrar en Santander. Esta situación convenció al ejército republicano, en especial al ala comunista, de que había que distraer la atención del enemigo. Brunete fue el lugar elegido para hacerlo y resulta harto curioso, aunque desgraciado, puesto que nuestro pueblo no disfrutaba de gran importancia estratégica. Allí se habían reunido dos cuerpos de ejército republicano, con un total de 85.000 soldados, apoyados por 40 carros blindados, 300 aviones, 130 tanques y más de 220 piezas de artillería de campaña.

Por entonces Brunete estaba en el lado de los sublevados, contaba con una población de 1.556 habitantes y una discreta importancia respecto a las comunicaciones y al cerco que los nacionales mantenían alrededor de Madrid. La idea era romper ese asedio y quitar presión a la capital. Para ello se ideó un plan que el general Matallana se encargaría de poner en marcha. Por entonces, en junio del 37, el frente estaba establecido en una línea que unía Navalagamella, Villanueva del Pardillo, las Rozas y Madrid, siendo la parte norte territorio republicano y la sur, zona nacional.

El avance del ejército republicano cogió por sorpresa a los nacionales que defendían el lugar con muy pocos efectivos. Los restos de la División 71, formada en su mayoría por falangistas y 1.000 marroquíes, se encargarían de esa inútil defensa. El 6 de julio se coordinó el ataque de la aviación y la artillería y a las pocas horas Brunete estaba rodeado. La alarma corrió entre las filas de los nacionales, aquella era una zona que no se podía perder. El interés de Brunete, más que estratégico, era político y, según decían los mandos, el ejército Nacional no podía permitirse una derrota justo allí. Por eso, no tardaron en disponer la marcha de varias divisiones desde el norte, artillería pesada y la Legión Cóndor, formada por pilotos alemanes, y tristemente célebre por el bombardeo de Guernika 3 meses antes. Mientras, en Quijorna, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo y Villafranca pequeñas guarniciones nacionales resistían el asedio de los republicanos.

En la zona se concentraron enormes efectivos de uno y otro bando. La contienda continuó sin descanso y de forma sangrienta, luchando a campo abierto, con ofensivas constantes de tanques e infantería. Los campos y las casas del pueblo no tardaron en llenarse de fuego, con grandes columnas de humo que podían verse desde la sierra. Además los soldados sufrían grandes penurias en el abastecimiento de agua pese a estar a pocos kilómetros del Guadarrama. En los cielos el combate era igualmente encarnizado. Los aparatos de la Legión Cóndor (los Messerschmitt y Heinkel 111) al mando del Wolfram von Richtofen, se enfrentaban en inferioridad numérica a los chatos rusos, aunque la pericia de sus pilotos y la capacidad técnica de la industria alemana pronto los situó como señores del aire en toda España. Sus Messerschmitt, con una velocidad de casi 600 kilómetros por hora y capaces de cargar 500 kilos de bombas, fueron determinantes.

El 13 de julio y tras 7 días de cruel batalla concluía la ofensiva del ejército republicano, que se aprestaba a defender las posiciones conquistadas, unos 12 kilómetros al sur de Brunete, por la carretera de Navalcarnero. Pese a los refuerzos, el ejército nacional que defendía Brunete había sufrido una gran derrota y el cerco a Madrid se había distendido ligeramente. Se cavaron trincheras, se curaron heridas y se enterró a los caídos. Aquellos días surgieron buena parte de los fortines que podemos ver en el pueblo. Un total de 14 bunkers nacionales.

Los especialistas, aun hoy en día, no se explican como el ejército Republicano detuvo el avance, cuando tenía los medios para haber conquistado mucho más terreno.

Mientras, el ejército nacional reunía efectivos para la conquista del pueblo y su comarca. El 18 de julio divisiones al mando de los generales Sáenz de Buruaga, Asensio y Barrón atacaban Brunete desde el sur. En los cielos la Legión Cóndor se mostraba invencible, habiendo derribado cerca de 21 aparatos republicanos, en su mayoría pilotados por aviadores soviéticos. La batalla se prolongó hasta el 22 de julio, con temperaturas asfixiantes y los conocidos problemas de abastecimiento de agua. Barrón, que atacaba por el centro entró en el pueblo tras romper las líneas republicanas. Los campos que rodean el pueblo ardían y se ocultaban tras el humo. Por todos lados había muertos, trincheras, tanques calcinandos o movimientos de pequeñas tropas que atacaban y se replegaban.

La contienda se trasladó a las calles o a lo que quedaba de ellas, haciendo que el avance fuese aún más lento. Con el pueblo ya perdido la división de Líster se atrincheró en el cementerio y resistió tres días más. Pero la lucha era desesperada y poco había que hacer.

Brunete había sido reconquistado, no así las localidades vecinas de Quijorna, Villanueva de la Cañada y Villanueva del Pardillo, que permanecerían en manos republicanas algún tiempo o en tierra de nadie.

La batalla se zanjó con un balance espeluznante. Del lado republicano se contaban 20.000 bajas y cerca de 100 aviones derribados. Del lado nacional 17.000 bajas y 23 aviones. Los primeros, además de llevarse la peor parte, perdieron gran cantidad de material que más tarde echarían de menos en la defensa de Madrid. Las Brigadas Internacionales que habían participado estaban exhaustas y el golpe en el ánimo de los republicanos sería mortal.

El batallón Lincoln (formado por norteamericanos de raza negra) casi desapareció en el corazón de Brunete, el batallón británico quedó reducido a 80 hombres, que en palabras de sus mandos "se mostraban indecisos a la hora de ir al frente". Una brigada polaca se amotinó, negándose en plena batalla a volver al frente. Por el otro bando un batallón de marroquíes fue hecho prisionero y fusilado al completo. Hubo algunas deserciones importantes y se reconoció el enorme papel que habían jugado los tanques en la conquista de Brunete y en los campos que rodean el municipio.

Es una lástima que esta tierra, pasados 65 años, sea recordada en toda España por los 40.000 bajas en esa cruel batalla. Casi todo el pueblo fue destruido por la artillería y la aviación de uno u otro bando. Hoy en día quedan varios testigos vivos de aquellos tristes días y varios fortines que advierten de un terrible pasado, para que nunca vuelva a ocurrir.

La Reconstrucción Tras numerosos bombardeos, incendios y pillajes el pueblo queda destrozado. Su restauración correrá a cargo de Regiones Devastadas, una institución del régimen que dará un aire similar a todos los lugares reconstruidos. Sus señas de identidad, que son las del estado, vienen a rememorar el conocido estilo herreriano, tan acreditado en Madrid y que podemos disfrutar en el Escorial o en el Palacio Real de Aranjuez. Se caracteriza por la pureza de las líneas, con una cierta elegancia matemática y con pocos ornamentos. Vemos capiteles de pizarra y decoración geométrica formada por pirámides y esferas o bolas. Es, sin duda, un estilo clásico, poco espectacular pero limpio y elegante.

La mayoría del pueblo había quedado arrasada con lo que las obras tomaron todas las calles y solares del pueblo. Aún así, fueron la Plaza Mayor y la Iglesia los lugares de mayor trabajo. La primera se había perdido casi en su totalidad en los bombardeos, quedando un gran solar compartido entre la nueva plaza y la línea de la carretera que rodea el pueblo en dirección a Villanueva de la Cañada.

En la Plaza observaremos con facilidad esas líneas maestras que conforman el llamado estilo herreriano. En el centro quedará la fuente, que tantas aguadillas y bromas ha presenciado a lo largo de los años. En ella, una gran bola de piedra sustenta unos brazos de hierro sobre los que se asientan cuatro faroles. La plaza se asentaba en un terreno irregular, lo que obligó a poner varias alturas, salvadas con numerosos escalones. Unas obras y un aspecto que hoy en día le confieren cierta agilidad, originalidad y gracia. El suelo se parte simétrico con una inmensa cruz, en cuyo centro nace la fuente

Junto a la Plaza, y formando un bello conjunto, se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Una larga escalinata la une a la Plaza Mayor. El aspecto que vemos hoy en día tiene poco que ver con el que formó parte del perfil brunetense en varios siglos. Pocos legajos hay que nos hablen de ella, y la mayoría de ellos están fuera de nuestro municipio. Pero sí sabemos que fue edificada en el siglo XVI y restaurada en 1772 tal y como podemos leer en una de sus portadas. Su apariencia se mantendrá hasta 1836, cuando un terrible incendio la devaste. 14 años más tarde empieza su laboriosa reconstrucción, concluyendo en 8 años. La recolecta de fondos para estas obras será larga y complicada, necesitando finalmente el apoyo de los fondos públicos. En el siglo XIX también se derrumbará la torre que le da prestancia y que podía contemplarse desde las localidades cercanas. En la torre, anterior a la restauración, puede verse que poco o nada tiene que ver con la que podemos contemplar hoy en día, puesto que su tejado circular ha sido sustituido por un techo de pizarra muy al gusto escurialense.

Era conocida entre los vecinos la frialdad que se sufría entre sus muros, siendo frecuentes las corrientes de aire y haciendo de la oración un tormento y una penitencia mayor de la debida. Para evitar esa molestia quiso en su día construirse una cancela.

Las tallas que decoran su interior tienen escasa importancia y es que el verdadero patrimonio del templo fue destruido en la Guerra Civil. Pero eso sí, podemos disfrutar de algunos trabajos correctos, entre los que destacan un altar mayor dedicado a Nuestra Señora de la Asunción, encuadrado entre varias columnas. En la parte superior veremos un dosel con una imagen del Cristo crucificado y en lo alto una paloma que representa el Espíritu Santo. También encontraremos unos sagrados corazones, con las cabezas de los apóstoles Pedro y Santiago, este último como recuerdo del fin de la batalla de Brunete, que se dio en el día de Santiago y que tantos sinsabores trajo a la localidad.

Paseando por entre sus naves observamos también un altar dedicado al Cristo del Patrocinio, patrón del pueblo desde el siglo XVIII. Pero la imagen es posterior a la batalla y tan solo se guarda un brazo de la anterior. La parroquia se engalana los días 14 de septiembre, en honor al Cristo del Patrocinio, y el 20 de Enero haciendo lo propio con San Sebastián.

 

 

 

 

 

 


   

 

 

 

 

 

 

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